martes, 22 de marzo de 2011

Una historia divina de vino


Esta historia comienza y termina en Inglaterra, algunos siglos atrás. Los británicos siempre fueron de importar, muchas veces sin importar cómo, todo lo bueno que el mundo ofrece. Los tipos tienen buen gusto, salvo algunas ladies que uno ve sentadas en el palco real y que se empeñan en usar unos sombreros horribles.
Perdón, me fui de tema. Bueno, así que se trajeron el té, los curries y porque no los vinos. Aunque con España han tenido algunos pequeños incidentes, alguna que otra guerra, importaban vino español. El vino llegaba en barricas y luego se embotellaba.
Un día cierta partida de vino que llegó hasta la isla resultó ser intomable. Por esos años no existía el "está feo, lo devuelvo". Así que para apaciguar la desmesurada acidez del vino, prácticos como pocos, le agregaron azúcar. Grande fue la sorpresa, cuando al empezar a descorchar el vino había perdido esa ruda acidez y ademas tenía unas muy divertidas burbujas. Había nacido un espumante.

El vino y tu circunstancia

Si tuviste un día fatal, de esos en que estás enojado con la vida o con vos, o con ambos, tu peor error será abrir un gran vino. Tu cabecita loca estará masticando estiercol y muy problablemente lo beberas rápido, casi a modo de relajante muscular.
Si es tu primera cita con ella o él y estás nervioso, pensando en no decir ninguna gansada, tampoco se te ocurrirá reparar en el vino.
Si te reunís con el grupo de inaptados que son tus amigos, esos que beben, comen y discuten sobre los pro y los contra de Cristina, todo al mismo tiempo, el vino pasará inadvertido.
Resumiendo, el disfrute de un gran vino está ligado a tu circunstancia. Como a Fellini, Breton o Chopin, al gran vino su serena circunstancia.

viernes, 11 de marzo de 2011

Cosechas viejas


La mayoría de los vinófilos buscamos vinos tintos que tengan algunos añitos en la botella. No muchos, en la mayoría de los casos mas de seis es riesgoso, pero con tres o cuatro alcanza.
Suponemos, no sin razón, que esos años han ayudado a que el vino evolucione y este más redondo, más agradable para beber.
El problema es cómo y dónde estuvo guardada esa botella y es ahí donde el factor confianza marca la diferencia. Lo más seguro es comprarlo en tu vinoteca de siempre y con mirada seria y penetrante preguntarle al vendedor: ¿Cómo está este 2005? ¿Lo probaste?
El segundo consejo: comprar sílo una botella y si resulta exitosa, ir por más.
Tercero: escapale a las ofertas, generalmente se lo quieren sacar de encima porque está jodido y lo barato sale caro.
Por último, cuando abras la botella, dejala respirar una horita; si lo pasás a un decanter, mejor.

lunes, 7 de marzo de 2011

Porque son tan caros los caros


Ciertos vinos son caros, muy caros. Pueden costarte tanto como tu sueldo de un mes, como el coche modelo 89 del que disponés o igualito que el departamento monoambiente que lograste adquirir gracias al credito de diez años que te consiguió tu cuñado. Y tu pregunta siempre es la misma, esos vinos tan caros ¿son tan ricos?
No es que quiera tranquilizarte, pero te cuento que el valor de esas botellas lo determina la escasez. Si sólo hay pocas botellas del "Bollinger" cosecha 1964 y muchos que quieran tenerla, el precio vuela sin límites. La escasez hace que las cosas se cotizen, igual que el amor incondicional, la lealtad o la compasión.
Después está todo el marketing: que las uvas fueron cosechadas a las tres de la mañana para que no se estresen, que la barrica fue hecha con roble macho de lo mas selecto de Alliers o que el enólogo perdió su último matrimonio por cuidar la fermentación maloláctica del Bonarda en cuestión.
No es lo mismo el tinto de damajuana que el "Misterio" de Ernesto Catena, pero tampoco es para tanto.