viernes, 24 de diciembre de 2010

Copas para vino, ni muy muy ni tan tan.

En la fashion del vino, la diferencia entre ser y no ser, está marcada por las copas. Cubiertas por el polvo han quedado las copas de cristal tallado que ligaste del juego que tenía la nona, esas que eran verdes para mitigar los defectos del vino blanco y transparentes para los tintos.

Ahora todo es copón, onda Rieddel, cuanto más grandes mejor. Esas que, inexorablemente, cuando en mi condición italiana con profusión de ademanes, tiro sobre la mesa.

Pero no debemos olvidar que lo importante no es el continente (la copa), sino el contenido (el vino). Ninguna copa transformará al totin de pesos diez en un Finca La Anita Merlot, ningun vaso tipo boliche de rioba arruinará el placer de un Crios de Susana Balbo.

Es así que cuando incursiono en un asado a la vera del camino uso vaso retacón, bien grueso. En una reunión familiar, desempolvo las adorables tulipas de mis ancestros y en cena íntima con señora rubia piernilarga apelo a mis Rieddel del uno a uno.

No olvides que podés correr sin Nike, disfrutar de Miles Davis en un winco o aprender de Quevedo en una edición rantifusa de bolsillo.